La entrega del alma (Parte II)

Usted tendrá que levantarse, colocarse su armadura e ir a la guerra para tomar posesión del Reino de los Cielos

Cuando el Señor Jesús usa la palabra “semejante” en estas dos parábolas, Él está hablando al respecto del sacrificio, de la lucha, de la guerra que una persona tiene que trabar para llegar al Reino de los Cielos. Es una lucha personal e intensa; por lo tanto, usted no puede quedarse sentado perdiendo el tiempo, pidiéndoles a los demás que oren y ayunen en favor de su salvación. Usted tendrá que levantarse, colocarse su armadura e ir a la guerra para tomar posesión del Reino de los Cielos (Mateo 11:12). Usted lo hace por sí, yo lo hago por mí y cada uno por sí mismo.

Me gustaría llamar su atención otra vez sobre el versículo en el que el Señor Jesús compara al Reino de los Cielos con lo que podríamos llamar como una transacción comercial: “El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo” (Mateo 13:44). Él dijo que el hombre que encontró el tesoro oculto se deshizo de todo lo que poseía y compró el campo para tomar posesión de la gran riqueza. Él tuvo que deshacerse de todo lo que tenía para poder adquirir su bien más valioso. Eso significa que hay un intercambio. Es como dice el dicho popular: “Quien da, recibe”. Usted da su todo y recibe todo de Dios, que es el Reino de los Cielos.

Quiero destacar que, cuando el Texto Sagrado dice “vende todo lo que tiene”, no significa, simplemente, renunciar a valores materiales, sino que la persona también debe desapegarse de los deseos que su corazón tiene por el pecado, por las cosas de este mundo e incluso por personas (como padres, hijos y cónyuge). A fin de cuentas, ¿de qué sirve dar los bienes materiales, pero continuar viviendo en el pecado? ¿Acaso las ofrendas materiales son capaces de comprar el Reino de los Cielos?

Tan cierto como que Dios existe, el Reino de los Cielos —donde Él vive— solo es poseído por aquellos que, espiritualmente hablando, mueren para este mundo. De lo contrario, no hay cómo “comprar” el campo donde está el tesoro.

Y note bien el “acuerdo”, pues el Señor Jesús no está prometiendo oro, piedras preciosas, casas o bienes en este mundo. Es mucho más que eso. El Señor Jesús nos promete dar Su proprio Reino.

Los que no se preocupan por Su tesoro y prefieren las cosas de este mundo se quedarán sin nada, pues aquí todo es pasajero. Tarde o temprano, todo se acabará. La persona puede conquistar el mundo entero, pero, a fin de cuentas, tendrá que dejar todo atrás, y eso sirve para todos nosotros.

Sin embargo, aquellos que consideran a Dios y a Su Palabra pueden aguardar en seguridad hasta el día en el que el Señor Jesús vendrá a buscar a Sus escogidos. O sea, aquellos que tienen una fe intrépida para colocar toda su vida, todo lo que son, todo lo que tienen y todo lo que pretenden tener en la “mesa de negociación” con Dios tomarán posesión del Reino de los Cielos.

Así será en el fin del mundo; los ángeles saldrán, y sacarán a los malos de entre los justos, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes (Mateo 13:49-50).

Usted puede “negociar” el Reino de los Cielos. ¡Está en sus manos!”

Continuará…

Si le interesa lea también: La entrega del alma (Parte I)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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