La herencia de aquel que venza (Parte 1)

Dudo que exista un libro que narre hechos más gloriosos que el Apocalipsis. Esta es una obra indispensable para nutrir la fe de los siervos, pues muestra el mayor contraste de la humanidad en cuanto a su destino. Quiere decir, mientras que los salvos serán honrados y felices, los derrotados por el pecado y por el diablo serán juzgados y condenados al sufrimiento eterno. Además, revela un paralelo entre el Cielo y el infierno; entre el Hijo de Dios y el hijo de la perdición; entre Aquel que descendió del Cielo para hacer la voluntad de Dios y aquel que fue expulsado del Cielo por querer hacer su propia voluntad. Vemos también el fin de quien anduvo en el Espíritu y de quien satisfizo su carne; la diferencia entre los que conservaron sus vestiduras limpias en la pureza de los Mandamientos Divinos y los que se contaminaron con este mundo sucio. Y, semejantemente, la comparación entre el brillo insuperable y permanente de quien ha estado en la Luz y la oscuridad de quien fue engañado por el ángel caído que se transfigura en ángel de luz.

Esas distinciones tan sublimadas en Apocalipsis cumplen bien su propósito, porque es imposible para aquel que lee con temor no entender que no se puede descuidar en la fe mientras la guerra espiritual en que vivimos exista. A pesar de haber innumerables promesas grandiosas de consuelo y poder, tomo ahora una que sirve de aliento para los que viven en la batalla por su Salvación:

El que venciere heredará todas las cosas,

y Yo seré su Dios, y él será Mi hijo.

Apocalipsis 21:7 RVR1960

No necesitamos mucho discernimiento para entender que, por la miserabilidad de la naturaleza humana, no merecíamos ni siquiera la atención de Dios. Sin embargo, Él no solo nos recibió como Sus hijos, sino que también nos hizo herederos de todo Su Reino. “Todas las cosas” dispensa explicación. La propia expresión ya trae en sí la integridad de esa promesa, porque Dios, como Creador y Dueño de todo lo que existe, decidió darnos todas Sus riquezas. ¡Así es! Nosotros, que antes del Señor Jesús no teníamos nada, ni siquiera vida, porque si respiramos y existimos es porque Él nos concede tales dádivas, ahora pasamos a ser los más bienaventurados entre los hombres. Y no podemos pensar que la mayor gloria de esta herencia está en heredar la Tierra o el Cielo, sino en tener al propio Dios como nuestra porción bendita, ¡como nuestro regalo más grande! Esa es la grandeza del siervo, que le fue revelada a Aarón y a los levitas en el pasado, cuando fueron elegidos para el servicio sagrado:

Entonces el SEÑOR dijo a Aarón: No tendrás heredad en su tierra, ni tendrás posesión entre ellos; Yo Soy tu porción y tu herencia entre los hijos de Israel.

Números 18:20

Por tanto, Leví no tiene porción o herencia con sus hermanos; el SEÑOR es su herencia, así como el SEÑOR tu Dios le habló.

Deuteronomio 10:9

continuara…

Si tienen alguna pregunta contáctenos

Share This Post

More To Explore