La mujer y el dragón (parte 2)

El embarazo de esa mujer y los dolores del parto pueden significar dos razones principales:

  • Primera razón: el período en que Israel pasó antes del nacimiento del Señor Jesús. Ese período de sufrimiento y dolor fue el tiempo de la rebeldía constante del pueblo de Israel o su estado de pecaminosidad, cuando su idolatría traspasó los límites de la paciencia divina. Entre los muchos lamentos del Señor, hay una parábola que exprime claramente el sentimiento de Dios por Su pueblo, cuando dijo:

 

«Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres. Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?» (Isaías 5:1-4).

«No compraste para mí caña aromática por dinero, ni me saciaste con la grosura de tus sacrificios, sino pusiste sobre mí la carga de tus pecados, me fatigaste con tus maldades» (Isaías 43:24).

  • Segunda razón: la manifestación de otra señal, es decir, el dragón grande, rojo, con siete cabezas, diez cifras y, en las cabezas, siete diademas, que arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo, las cuales lanzó para la tierra. El significado profético de las dos señales en el cielo es:
  1. La mujer está revestida de los símbolos del poder celestial, es decir, ella está vestida del sol, con la luna debajo de los pies y una corona de doce estrellas en la cabeza y
  2. El dragón está revestido de los símbolos del poder terreno, pues él tiene: siete cabezas, diez cifras y, en las cabezas, siete diademas. Considerando esta figura como el diablo, nosotros podemos concluir que el poder de Satanás está limitado exclusivamente al poder terreno, mientras que el poder de la mujer, o Israel, es limitado.

 

Es verdad que, aparentemente, la mujer se posiciona como frágil delante del dragón. Mientras, este posicionamiento existe porque allí en el Jardín del Edén, la criatura de Dios entregó todo su dominio y poder para la serpiente. De ahí ella pasó a dominar los seres humanos. Pero el Hijo de la mujer, o de Israel, el Señor Jesucristo, vio ese mundo rescatar la humanidad del dominio de Satanás. Y Él no solo hizo eso, sino también le otorgó otra vez el dominio y la autoridad que ella había recibido anteriormente. Cuando los setenta discípulos del Señor regresaron del trabajo de evangelización, ellos se quedaron poseídos de alegría porque los demonios los sometían. Entonces el Señor Jesús les dijo:

«Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos» (Lucas 10:18-20).

Todas las personas que se arrepienten y confiesan Jesús como Señor y Salvador de sus vidas, pasan a tener la misma autoridad que el Señor Jesús tenía. Y eso para el desenvolvimiento del Reino de Dios en este mundo.

Continuará…

Si le interesa lea también: La mujer y el dragón (parte 1)

Libro: Estudio del Apocalipsis Vol 1
Autor: Obispo Edir Macedo

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