El Espíritu Santo es el Director General de toda la obra de Dios en este mundo.
Nadie, por más que sea consagrado o bendecido, puede considerarse el dueño de la Iglesia del Señor Jesús. Él mismo encargó a su Espíritu que dirigiese su Iglesia, diciendo:
“Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber.”
Juan 16:13-14
Por tanto, el Espíritu del Señor Jesús es el responsable directo de Su Iglesia, y Él usa a aquellos cuyos corazones le pertenecen y se someten a Su voluntad, no en base de la fuerza o la violencia, sino en la base del profundo amor y respeto a Su Palabra.
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