La voluntad del siervo parte II

Hay siervos que procuran satisfacer la voluntad de Dios cuando ella está de acuerdo con la suya.

Esa inclinación del siervo es enemistad contra el Señor, pues aquellos que no controlan ese ímpetu jamás se podrán sujetar a la voluntad de Dios y, siendo así, ciertamente irán a la muerte eterna.

El siervo fiel conoce la voluntad de su Señor, sabe qué hacer y dónde ir para agradarle, pues el Espíritu del Señor está en él para orientarlo, pero aquel que no se somete al Señor no sabe dónde va a llegar, ya que su propio espíritu no conoce el futuro. Queda desorientado y sin visión y eso es lo que acostumbramos a llamar “perder la unción”.

Esa es la cosa más cruel y dolorosa que puede ocurrirle a un siervo, perder la comunión con su Señor, tornándose insípido, como dijo el Señor Jesús:

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.” Mateo 5:13

Lo que ocurre es que el individuo nace para servir a Dios, pero con el tiempo cree que tiene el derecho de servirse y, cómo es imposible servir a Dios y asimismo simultáneamente, pierde la condición de siervo. A partir de ahí, pasa a ser señor de sí mismo, quedando fuera de la presencia de Dios por causa de su voluntad. Sin unción, sin visión e insípido, no sirve ni para el antiguo Señor, ni para el mundo, tornándose como una nave sin rumbo y sin dirección, llevada por los vientos del mundo.

Nada contraría más al Señor que la rebelión de Su siervo, Y nada aparta más al siervo del Señor que su ¡maldita propia voluntad!

Continuará…

Libro: El Señor y el siervo
Autor: Obispo Edir Macedo

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