Las debilidades del alma (parte II)

Ahora, si el corazón es mucho más perverso y engañoso de lo que imaginamos, ¿por qué Dios lo colocó dentro de nosotros?

El corazón puesto en Adán y Eva era perfecto, así como es perfecta la naturaleza divina.

El propósito divino fue poner el espíritu en el ser humano para capacitarlo para que anduviera en la justicia, mientras que el alma fue creada para sentir, no para decidir.

Vea que, a través del alma, el hombre puede sentir lo que Dios siente: el amor, la compasión, la bondad, el deseo de hacer el bien, etc. Y, por medio del Espíritu de Dios, el ser humano recibe la sabiduría, el entendimiento, el consejo, la fortaleza, el conocimiento y el temor. Note bien que todas esas virtudes están relacionadas al intelecto y no al alma.

Sin embargo, a partir del pecado, el alma se rebeló contra el espíritu humano, generando el conflicto entre la razón (espíritu) y el corazón (alma).

Con el corazón descontrolado, impulsivo y lleno de querer, el ser humano se tornó esclavo de un pésimo señor, digamos así. No es en vano que Dios identifica al corazón corrupto como su mayor enemigo; pues, además de engañador, el corazón es perverso. Y lo peor: ni siquiera la propia persona lo conoce. Solamente el Altísimo escudriña y conoce cada sentimiento e intención que hay dentro de nosotros. Debido a la maldad del corazón, este ha sido una amenaza constante para la salvación eterna.

Por lo tanto, jamás podremos olvidarnos de que, después de la caída de Adán y Eva, el corazón (alma) se opone al espíritu. Entonces, mientras que el espíritu piensa y razona, el alma aspira, desea e impone que se haga su voluntad como si fuera la señora y dueña de aquel cuerpo.

Por otra parte, el cuerpo sufre las consecuencias, pues fue hecho para servir como instrumento del alma. Si el alma se sujeta al espíritu y este se sujeta a la voz del Espíritu de Dios, entonces la persona vivirá en armonía y paz. De lo contrario, estará siempre involucrada en procesos de desilusión, debilidad y engaño.

Continuará…

Si le interesa lea también: Las debilidades del alma (parte I)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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