Para hablar con Dios

La Biblia afirma que sin fe es imposible agradar a Dios, por cuanto es necesario que aquel que se aproxima a Dios debe creer que Él existe y que es galardonador de aquellos que le buscan (Hebreos 11:6).

Entonces, para que yo alcance todas las bendiciones de Dios, al enfocar mi fe en el Señor Jesús, automáticamente, me considero delante de Su presencia y con la plena certeza de que Él está dando atención a mis oraciones e indudablemente, entiende mis fallas y mis problemas, y que a través de Su Hijo Jesús, es decir, por Sus méritos, me atenderá. Así es que nos aproximamos a Dios. No nos preocupamos por nuestros fracasos y pecados, pues éstos ya fueron cancelados por nuestra confesión al Señor Jesús que, a través de su sangre, hace posible el perdón.

Son innumerables las personas que pasan las noches en vigilias, con ayunos y oraciones, sin embargo, no consiguen sentir la presencia de Dios, e incluso no consiguen la absoluta certeza de haber estado en Su santa presencia. Es que ellas están martirizándose sin cesar, contando y recontando sus pecados, sus fracasos, en fin, se quedan pensando todo el tiempo en su pasado, y consecuentemente se olvidan del presente, que es “sentir” la presencia divina.

Existen tres aspectos importantes para entrar en la presencia de Dios:

1) Reconocer la total soberanía del Señor Jesucristo en la confesión de los pecados.

2) Adorarle. Y esto no es difícil. Basta con que elogiemos Sus hechos, cantar cánticos que verdaderamente enaltecen Su Nombre, levantar las manos hacia el cielo, en el sentido simbólico de plena rendición a Su Persona, etc.

3) Contemplarle. Significa quedarse callado en Su presencia y oír lo que el Espíritu Santo tiene para decir, sin balbucear ni una palabra, sino solamente amarle con el corazón lleno de gratitud.

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