Ser bautizado con el Espíritu Santo

El bautismo en el Espíritu Santo es la condición básica para que cualquier persona pueda ser candidata al servicio de Dios. Si el propio Hijo de Dios tuvo que recibirlo antes de iniciar su ministerio, además de todos sus apóstoles y demás discípulos, tenemos que creer que hay una imperiosa necesidad de ese bautismo para la preparación del siervo de Dios.

Si una persona quiere ser usada por el Espíritu de Dios, es preciso que tenga una experiencia con Él. Tiene que saber cómo es cuando Él habla o inspira; necesita saber cuándo Él está dirigiendo su vida, saber reconocer Su voz, en fin, tener intimidad con Él para saber todo lo que Él desea de ella. Es la misma cosa cuando una persona se predispone a trabajar para alguien, antes de empezar a trabajar, primero tiene que conocer a aquél para quien va a trabajar, después necesita saber cuál será el servicio y la franja horaria. En seguida, necesita saber cuánto va a ganar. Todo esto depende de una conversación franca y abierta entre el patrón y el empleado.

Es más o menos así lo que tiene que acontecer entre el candidato a siervo y el Espíritu Santo. Y todo eso pasa cuando hay bautismo. No basta con que el candidato tenga muchas informaciones teóricas sobre el Espíritu Santo. Si realmente no hubo una experiencia personal, lo que la Biblia llama “Bautismo en el Espíritu Santo”, de nada adelantará todos los esfuerzos personales para servir a Dios.

El Señor Jesús mostró a sus discípulos la gran necesidad de ser bautizados con el Espíritu Santo poco después de su resurrección cuando se les apareció, conforme relata Juan, diciendo:

“Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde los discípulos se encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se regocijaron al ver al Señor. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.”

Juan 20:19-22

En este relato, podemos comprobar que el Señor sopló el Espíritu Santo sobre los discípulos después de haberlos enviado. Es decir, el Señor Jesús sabía que ellos tenían la necesidad de la unción del Espíritu para tener la capacidad de hacer Su voluntad.

El bautismo en el Espíritu Santo no es simplemente una emoción o una sensación de bienestar; Él es una experiencia individual entre la persona y Dios, cuando el propio Señor Jesús personalmente la sumerge en el Espíritu como si fuese en las aguas bautismales, sellando así definitivamente Su alianza con ella.

El bautismo en el Espíritu Santo es una unción o un revestimiento de poder dado a aquellos que realmente pertenecen al Señor Jesús y tienen un llamada para servirlo con todas sus fuerzas y de todo su corazón.

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