Ver para no olvidarse (Parte 2)

El corazón es donde el pecado pretende establecerse y reinar en absoluto en la vida de una persona.

El corazón es donde el pecado pretende establecerse y reinar en absoluto en la vida de una persona.

Sin embargo, el anhelo de Dios en proteger a Su pueblo del desvío que el corazón puede causarle es tan grande que estableció para Israel la ley de los flecos en sus vestiduras. Estos eran tejidos en cordón azul y servían para que cada israelita recordara continuamente los preceptos que el Altísimo le había dado. Ellos debían mirar, recordar y obedecer la Palabra, y no seguir al corazón.

Y os servirá el fleco, para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos del SEÑOR, a fin de que los cumpláis y no sigáis vuestro corazón ni vuestros ojos, tras los cuales os habéis prostituido. Números 15:39

Es interesante la forma didáctica de Dios para concientizar y guardar a Sus hijos de caer en las trampas del corazón. Él muestra la estrecha relación entre “ver” para “acordarse” del compromiso de fidelidad que debemos honrar.

Aún hoy muchos religiosos practican esa instrucción, pero como un rito meramente exterior, sin prestarle atención al significado espiritual que tiene el mandamiento.

Frente a eso, ningún ser humano debe acomodarse, pensando que su corazón no lo puede engañar. Diariamente, usted y yo trabamos una dura lucha contra nuestros deseos y voluntades. Esa batalla comienza temprano, pues el corazón es irremediablemente engañador desde la más tierna edad, como dice el Señor:

… la intención del corazón del hombre es mala desde su juventud; nunca más volveré́ a destruir todo ser viviente como lo he hecho. Génesis 8:21

Nuestros seres queridos pueden conocernos un poco, pero Dios nos conoce por completo. Al contrario de los hombres, que ven el exterior, Dios ve lo más íntimo de nuestra alma: “… Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón” (1 Samuel 16:7).

El Altísimo sabe dónde estamos engañados respecto a nosotros mismos; por eso, Él crea o permite situaciones para que también veamos nuestras debilidades y busquemos Su ayuda y restauración.

Nadie puede usar su debilidad como excusa para pecar, pues el mismo Señor que diagnostica las maldades de nuestro corazón es Quien Se propone tratarlas.

En un contexto terrenal, cuando alguien tiene un problema cardíaco, rápidamente busca a un cardiólogo, pues sabe que tal enfermedad puede llevarlo a la muerte. ¿Cómo puede, entonces, alguien que es consciente de las “enfermedades espirituales” de su alma permanecer inerte, sin inclinarse en humilde sumisión ante el único Señor y “Cardiólogo” de su corazón?

Continuará…

Libro: Secretos y Misteriosos del Alma

Autor: Obispo Edir Macedo

Share This Post

More To Explore