Cosas importantes

El diezmo es importante para Dios y para la Iglesia. Ésta nada puede hacer para alcanzar a los perdidos sin dinero, tan necesario en esta sociedad de consumo en que vivimos.

No es de menor importancia el hecho de dar el diezmo para aquel que recibe ingresos. Abram, por ejemplo, sólo pasó a ser bendecido después de haber dado el diezmo a Melquisedec. Solamente después de este acto de fe, sumisión y lealtad, fue que Dios estableció su alianza con él diciéndole: “Abram, tú serás bendecido; nadie podrá contar las bendiciones que vendrán sobre ti y sobre tu descendencia; más, no te olvides, jamás te apartes de Mí…”. Así, Abram pasó a ser el padre de una gran nación, Israel, y, en consecuencia, ascendiente de Jesús, nuestro Salvador.

El diezmo tiene tanta importancia que fue ordenado mucho antes de los Diez Mandamientos y de la Ley de Dios, y si era importante antes de la Ley y lo fue durante la Ley, ¿por qué no lo sería también después de esta?

En cierta oportunidad, Jesús estaba discutiendo con los escribas y los fariseos acerca del formalismo con que practicaban la Ley. Él enseñó que el juicio, la misericordia y la fe eran las cosas más importantes que emanaban de la Ley de Moisés, pero que, aun practicándolas, no deberían omitir aquellas otras cosas que también son importantes. En el caso específico de este pasaje, una de las cosas importantes de las cuales Jesucristo habla, es nada más y nada menos, que dar el diezmo:

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer lo otro” (Mateo 23:23).

Cuando hablamos del diezmo somos siempre la mira de las críticas y objeciones de parte de algunos incrédulos. Está claro que, si la persona no es iluminada por el Espíritu Santo de Dios, aunque comprenda el significado del diezmo, tendrá dificultades para aceptar este acto y, así, cumplir una determinación de nuestro Creador.

Aquellos que no entienden o discrepan con Dios en este aspecto tendrán mucha dificultad de entregar en la Iglesia el diez por ciento de sus sueldos, casi siempre ganados con sacrificio, sin saber con exactitud cuál será su destino. Mientras tanto, millones de personas han sido bendecidas abundantemente por la práctica de dedicar al Señor la décima parte de todo aquello que reciben.

Continuará…

Si le interesa lea también: Sabiduría salvadora (Parte II)

Libro: En los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

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