Los diezmos y la ofrendas (parte II)

El dinero en la Obra de Dios es fundamental. Es capaz de transformar el curso de este mundo a través del mensaje vivo y poderoso del Evangelio del Señor Jesucristo.

El dinero es tan importante que Dios nos da condiciones de probarlo exclusivamente en la parte económica, pues la única vez en toda la Escritura que Él nos invita a probarlo es, exactamente, con respecto al dinero (Malaquías 3:10). Todo el pueblo debería sentir ganas de ser bendecido económicamente, para probar la generosidad divina y comprobar en su vida que Dios es, realmente, el dueño de todo el oro y plata que existe sobre la faz de la Tierra. Como está escrito:

“Mía es la plata y el oro, dice el Señor de los ejércitos” (Hageo 2:8).

Cuando damos el diezmo a Dios, Él queda en la obligación –porque lo prometió– de cumplir Su Palabra, reprendiendo a los espíritus devoradores que destruyen la vida del ser humano, actuando en las enfermedades, accidentes, vicios, degradación social y en todos los sectores de la actividad humana.

Cuando somos fieles en los diezmos, además de vernos libres de tales sufrimientos, pasamos a gozar de toda la plenitud de la Tierra, teniendo a Dios de nuestro lado bendiciendonos en todas las cosas.

Diezmo, según la interpretación más común, es la décima parte y, según la Biblia, es la décima parte de todos los ingresos de una persona que deben ser dedicados a Dios.

El diezmo fue instituido por el Señor como una especie de impuesto a sus criaturas. Así como los ciudadanos de un país tienen la obligación de pagar sus impuestos a fin de beneficiar a toda la nación, también el Señor Jesús, mediante nuestros diezmos, beneficia a todos los que están en tinieblas, a través de la difusión del Evangelio por radio, televisión o diarios en todo el mundo.

Continuará…

Si le interesa lea también: Sabiduría salvadora (Parte II)

Libro: En los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

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