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Cuando el cuerpo se enferma a causa del alma (Parte II)

Cuando el cuerpo se enferma a causa del alma (Parte II)

Podemos decir, entonces, que muchas enfermedades no se originan en el cuerpo físico (aunque estén allí y causen dolor), sino en el alma —un campo donde la Medicina no actúa—. Por eso, el acercamiento para tratarlas necesita ser otro. Es necesario buscar ayuda en el Médico de los médicos, que es el Creador y Señor del alma. Es necesario tomar decisiones de fe diariamente —con o sin ganas— y elegir creer en toda la Palabra de Dios.

Frente a lo que hemos visto, notamos que la buena salud va más allá de los factores genéticos, de los cuidados alimenticios y de los ejercicios físicos. Muchos se preocupan por tomar sol o suplementos de vitaminas, pero no guardan el corazón. No es que esas cosas no sean importantes; sin embargo, si la Biblia dice que debemos guardar nuestro corazón, es porque este es una fuente de vida en un todo. Podemos entender que los que practican ese consejo divino y celan por un corazón completamente limpio vivirán más y con calidad de vida.

Cuidar el alma es la mayor inversión que una persona puede hacer en pro de su cuerpo y de su salud. La máxima “mente sana, cuerpo sano” no es otra cosa que tener espíritu, alma y cuerpo viviendo en perfecta armonía. Cuando invertimos en la parte espiritual, el cuerpo encuentra su realización y el fin para el cual fue creado: ser el templo del Espíritu Santo, la habitación del Dios Vivo.

Cuando cuidamos nuestra alma, aprendemos a lidiar de la forma correcta con las frustraciones, contrariedades, pérdidas y con aquello que no podemos cambiar. En este mundo, es cierto que sufriremos pérdidas, seremos traicionados, maltratados y despreciados. No hay forma de huir de esa realidad. La cuestión es tener fuerza interior, que solo el Espíritu Santo puede dar, para vencer cada revés que la vida nos dé.

Muchas enfermedades se podrían evitar si tan solo hubiera, por parte de cada uno, ese mirar sincero hacia su interior y una corrección de aquello que desagrada a Dios. Muchas personas le temen al ACV, a la diabetes, al cáncer o al Alzheimer, pero no les preocupa guardar tristeza, dar vueltas en el pasado o nutrir la bronca y el deseo de venganza dentro de sí. Cometen la mayor de todas las violencias contra sí mismas; son como suicidas, sin darse cuenta de eso.

Siendo así, reflexione: ¿acaso ese grito de dolor en su cuerpo no puede ser una alerta de que algo no va bien en su alma o de que no ha puesto su fe en acción de la manera correcta ante los problemas?

¿Quiere tener una vida abundante, o sea, una calidad de vida maravillosa?

Entonces, ¡perdone a quienes le fallaron!

Coloque sus cargas y sus dolores a los pies del Señor Jesús y viva sin ansiedad o murmuración, ¡pues Él no falla al cuidar a los Suyos!

Confíe en que todas las promesas de Dios son verdaderas y se cumplen en la vida de los que creen. ¡Así de simple!

La persona que practica la Palabra pasa por los desiertos de la vida sin desesperación, sin agonía y sin preocupación por el mañana. Vive la vida y duerme el sueño de los justos. ¿Hay algo mejor?

Continuará…

Si le interesa lea también: Cuando el cuerpo se enferma a causa del alma (Parte I)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo