El Señor y el siervo parte II

La sangre del Señor fue el precio que pagó para sacarnos de la condición de esclavos del infierno, dándonos la futura condición de reyes y sacerdotes de Dios.

La segunda forma de servidumbre era por medio de la imposición política, en qué los prisioneros de guerra se tornaban esclavos.

La tercera forma ocurría por nacimiento, pues los hijos de los esclavos, automáticamente, se convertían en esclavos. La analogía aquí está en la idea de que los hijos de aquellos que han servido al Señor Jesús deben servirlo también. Muchos hijos de siervos del Señor (cristianos) no sirven a Dios debido a que la personalidad y las actitudes de los padres no son las adecuadas a las del siervo bueno y fiel, porque cuando tienen el ejemplo en casa, se convierten en fieles seguidores de Cristo.

La cuarta forma era como restitución. Si el ladrón no tuviese como restituir lo robado y pagar por los daños causados, podía ser vendido como esclavo. Hay una lección muy importante aquí: el ser humano jamás puede pagar a Dios la deuda por sus pecados, a no ser con su propia vida, entregándose a Jesús.

La quinta, por la falta de dinero para pagar una deuda. La persona que no tenía con qué pagar una deuda, era forzada a vender a sus hijos como esclavos o éstos eran confiscados por el acreedor.

El propio deudor insolvente, junto a su esposa e hijos se tornarán esclavos del acreedor. Lo importante era que la deuda tenía que ser pagada, sin importar el sacrificio que tendría que ser hecho para eso. El caso de la viuda que llegó hasta el profeta Eliseo es un ejemplo de eso:

“Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso del Señor; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos.” 2 Reyes 4:1

Continuará…

Libro: El Señor y el siervo
Autor: Obispo Edir Macedo

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