La buena batalla (Parte 4)

La buena batalla (Parte 4)

3. Pies calzados con el Evangelio. Era común para los soldados caminar largos trechos a pie o acampar en lugares remotos y peligrosos. Por eso, sus pies tenían que estar bien protegidos; a fin de cuentas, cualquier herida imposibilitaría o estorbaría su locomoción. Aunque el calzado de la época fuera parecido a una sandalia por dejar los dedos afuera, todo lo demás de la pieza era cerrado y bien sujeto al tobillo. Así de firme debe ser todo aquel que cree. La persona que afirma los pies en el Evangelio está siempre lista para enfrentar sus luchas y para hablar del poder que hay en esa Palabra. No sufre vergüenza, pues sus pies, estables en el poder de la Palabra de Dios, están constantemente preparados para luchar contra el reino de las tinieblas. El apóstol Pablo ya había revelado el poder del Evangelio en la carta a los Romanos.

Porque no me avergüenzo del Evangelio, pues es el poder de Dios para la Salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego.

Romanos 1:16

Vea que el Evangelio tiene poder para destructurar sofismas, miedos y dudas, así como para construir una fe sólida para mantenernos en comunión con el Altísimo. Por eso, hermosos son los pies de los que tienen disposición y rapidez para llevar las Buenas Nuevas de la Salvación a los que sufren (verifíquelo en Isaías 52:7).

4. Escudo de la fe. Una de las tácticas de guerra de aquella época era lanzar sobre los enemigos lanzas cuyas puntas contenían un paño de estopa embebida en material combustible: los llamados “dardos inflamados”. En el lanzamiento, la estopa era encendida y, al ser lanzada, la flecha incendiaba navíos y campamentos, causando innumerables muertes. Había, incluso, dardos envenenados que causaban heridas mortales. Para no ser alcanzado, el soldado tenía que estar protegido con su escudo. Así también es la fe en la vida del cristiano: lo protege contra los dardos inflamados del maligno, que pueden ser los malos pensamientos, la incitación al pecado, las mentiras, difamaciones y otras ofensivas por parte del diablo. Solo la fe es capaz de blindarnos de esas embestidas y ponernos en un refugio seguro. Al mismo tiempo que la fe nos protege, trae a la existencia aquello que no existe, pues nos hace audaces para que tomemos posesión de las promesas de Dios.

5. Yelmo de la Salvación. El yelmo de un soldado era específicamente confeccionado para él a fin de que quedara bien ajustado a su cabeza. Era hecho de un material resistente, como metal, y revestido de piel por dentro, volviéndolo eficaz contra golpes y otras agresiones. El yelmo simboliza la Salvación, que es una fortaleza dentro de nosotros, capaz de repeler cualquier miedo y duda sobre el futuro. Es en la mente que guardamos la firme convicción de la vida eterna, por eso, también debemos guardarla de los malos pensamientos. La certeza de la Salvación no es solo una esperanza para el mañana, sino una realidad que trae seguridad y bendice el tiempo presente. Por eso, quien es salvo enfrenta cualquier tribulación porque tiene conocimiento del eterno “peso de gloria” que le está reservado. Siendo así, esa persona no cambia su preciosa herencia por los placeres de este mundo.

6. Espada. Ningún soldado osaba luchar sin tener en mano esa arma. La espada representa a la Palabra de Dios. En ella, tenemos la garantía de que, al ser vivida y anunciada, jamás volverá vacía, sino que se cumplirá perfectamente el propósito para el que fue designada (Isaías 55:11). La Palabra es como su Autor: viva y poderosa, por eso es invencible (Hebreos 4:12). Es más cortante que cualquier espada de dos filos porque actúa donde ninguna otra arma es capaz de penetrar. Va hasta el alma, discerniendo pensamientos y pesando todos los deseos del corazón. La Palabra también destruye las fortalezas del diablo, así como todas sus obras. Si el ser humano le obedece, ella cortará todas las ataduras que lo atan al pecado, a los vicios y a su naturaleza carnal y corrupta.

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