La fe

A través de los siglos, muchos hombres de Dios cambiaron el curso del mundo debido a sus dones de fe:

“… que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección, más otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y además de esto, prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (hebreos 11:33-38).

Como podemos notar, el don de fe es caracterizado por la acción del hombre lleno del Espíritu Santo.

Dones de sanidad

La cura o sanidad divina es un derecho adquirido a través del Señor Jesucristo; no es una cuestión de fe, sino de la aceptación por parte del enfermo del sacrificio realizado por el Señor Jesús en la cruz del Calvario, por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Esto quiere decir que ya estamos sanos, que no necesitamos estar pidiendo algo que ya poseemos, que nos fue concedido.

El don de curación, o sanidad, es concedido al pastor a fin de que pueda “ejercer” este ministerio a aquellos que están incapacitados de creer por no poder oír la Palabra de Dios, en caso de sordera o por causa de otros factores que impiden asimilar sus derechos delante de Dios.

Uno de los ejemplos de este don en el ministerio del Señor Jesús fue el caso de aquel hombre sordo y tartamudo (Marcos 7:32-35). No tenía la mínima condición de oír sobre el Reino de Dios y sus bendiciones, mientras que, por el don de sanidad, el propio Señor le hizo oír y hablar con facilidad.

El ministerio en función no depende de la fe ajena, es decir, cuando se ejerce este maravilloso don, la persona que va a ser bendecida con la sanidad no precisa necesariamente tener fe, pues este don fluye como una “corriente eléctrica” que pasa por el cristiano y efectúa el milagro en el enfermo, independiente de su situación. Así se manifiesta el don de sanidad.

Continuará…

Si le interesa lea también: El mayor deseo de los sellados con el Espíritu Santo

Libro: En los Pasos de Jesús
Autor: Obispo Edir Macedo

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