La imagen de Dios (parte II)

El alma es la mayor preciosidad que una persona tiene.

No obstante, es importante observar que, cuando una persona muere, el espíritu que había en ella vuelve a Dios (que es la consciencia, la capacidad de razonar de la cual hemos hablado) y el cuerpo vuelve a la tierra, pero… ¿y el alma? El alma es la mayor preciosidad que una persona tiene. Puede ser fea, gorda, delgada, negra, blanca, rica, pobre… ¡no importa! Su alma es preciosa para Dios. Nuestra alma es nuestra mayor riqueza. Depende de mi cabeza, de mi consciencia. Si mi mente fuera justa y temerosa, voy a querer preservar mi alma.

Fue para salvar el alma que el Señor Jesús vino a este mundo. Él dio la vida para salvar nuestra alma, no nuestro espíritu o nuestro cuerpo. Aunque Su sacrificio nos conceda promesas, como el derecho de que seamos curados físicamente, el objetivo mayor es la salvación del alma.

Si una persona carga una conciencia tendenciosa hacia el pecado y hacia la injusticia, sin preocuparse por su alma, estas palabras no surtirán ningún efecto en su vida. Incluso conociendo la verdad, continuará agradando a su carne. Sin embargo, aquellos que son sabios piensan como Dios e invierten toda su fuerza, todo su yo y toda su vida en la salvación de su alma. Es por eso que el Señor Jesús dice:

“Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Marcos 8:36).

En mi concepción, ese deseo de vivir lo que es justo es el criterio de Dios para revelarse a alguien en un llamado irresistible.

Sabemos que Dios llama a muchos, pero escoge a pocos. ¿A quiénes escoge Él? Escoge a los sinceros y a aquellos cuyo espíritu desea lo que es recto. Aunque esa persona viva en el pecado o sea la última de las criaturas, si, en lo más profundo de su conciencia, se dice a sí misma:

“No quiero ser así”.

“No quiero matar, robar y prostituirme”.

“No quiero hacerle el mal a nadie”.

“Solo quiero vivir una vida limpia y andar con la frente en alto”.

Yo creo que, tarde o temprano, esa persona se convertirá y será salva.

Continuará…

Si le interesa lea también: La imagen de Dios (parte I)

Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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