Las promesas de Dios son para Sus hijos

La Palabra de Dios dice: Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. 2 Corintios 7:1. La carne se está refiriendo a nuestro cuerpo, pero también está relacionado con nuestra alma. Una está unida con la otra. Cuando la biblia menciona al ‘espíritu’, se está refiriendo a lo que pensamos y a lo que alimentamos en nuestra mente.

Cuando la Palabra de Dios se refiere a ser ‘santo’, eso no significa que debemos ser perfectos, sino que debemos estar separados para los planes y propósitos de Dios y para estar sometido a la voluntad de Dios uno tiene que abandonar su propia voluntad o su propio querer y colocarlo como prioridad en nuestra vida.

Con respecto a la Palabra, cuando habla: ‘limpiémonos de toda inmundicia…’, se refiere a que debemos abandonar todo lo que desagrada a Dios, por ejemplo: la prostitución, los vicios, la idolatría, el homosexualismo, etc. Esas inmundicias también influyen en que exista en el corazón del ser humano, el resentimiento, el rencor, el odio… Y mientras la persona no reconozca que ella necesita ser limpia de todo eso, ella no puede convertirse en un hijo (a) de Dios, por lo tanto, no tiene derecho a las promesas de Él.

Por tanto, salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor; y no toquéis lo inmundo, yo os recibiré. Y yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. 2 Corintios 6:17,18. Esta es la principal promesa, que Él será nuestro Padre. cuando se toma la decisión de abandonar la incredulidad, la arrogancia, el orgullo, la prepotencia, el egoísmo, etc. Que hasta el momento se consideraban algo normal, el Espíritu Santo revela que no lo es y eso lleva a la persona a un arrepentimiento de sus acciones. Ella toma la decisión de abandonar la inmundicia en la que vivía y se convierte en un hijo(a) de Dios, por lo que está preparada para recibir el Espíritu Santo.

Una persona solo puede recibir el Espíritu Santo, cuando ella se convierte en un hijo(a) de Dios. El Espíritu Santo solo es dado a los hijos de Dios y estos pasan a tener la disposición de fe para tomar posesión de las promesas de Dios (leer Romanos 8). Mientras una persona no es transformada en un hijo (a) de Dios, ella vivirá en una ilusión y seguirá sus propios sueños. Por el contrario, los hijos de Dios, persiguen las promesas de Él, porque Sus promesas no son apenas una posibilidad, es una realidad y ellas se manifestarán en la vida de los que perseveran.

Las promesas de Dios son consideradas tan fuertes que aun con nuestras fallas y nuestros errores, no son capaces de invalidar Sus promesas, pero se retrasan. Un ejemplo de ello fue el propio Abraham, Dios le había dicho que dejará a su tierra y parentela, pero Abraham llevo a su padre y a su sobrino. Por igual, en lugar de ir hacia donde Dios le estaba guiando él paró en otro lugar que fue Aran y quedo 5 años ahí. Sólo después de que su padre falleció que continuó el camino, pero aun con su sobrino y eso provocó que la bendición se retrasará y cumpliera lo que Dios le había prometido, porque Abraham se había dejado llevar por el corazón.

Cuando Dios le muestre lo que debe de hacer, obedezca, no intenté hacer las cosas a su propia manera haga como Dios le este orientando. Entre la principal promesa que debemos considerar es la vida eterna. La salvación tiene un precio y este es negarse a sí mismo, no se será perfecto, pero hay que reconocer los errores y las fallas que tenemos para lograr nuestra salvación.

Cuando nosotros somos hijos de Dios el Espíritu Santo nos bendice con la capacidad y el poder para que tomemos posesión de las promesas de Él, esto es, Él nos da sabiduría, conocimiento, valor, paciencia, valentía, perseverancia… Uno solo consigue lograr las promesas de Dios con el auxilio y la ayuda del Espíritu Santo.

Pero aquel cuya genealogía no viene de ellos, recibió el diezmo de Abraham y bendijo al que tenía las promesas”. Hebreos 7:6. Si usted vive por la fe en las Promesas de Dios y está firme, usted recibirá del propio Espíritu Santo las condiciones para lograr las promesas de Él, pero es bueno aclararle. Las promesas de Dios no están relacionadas a Su propio querer, a lo que usted desea, sino a la voluntad de Dios. Él tiene un plan para su vida, póngase a la disposición de Él y usted se convertirá en un hijo (a) de Dios, con derecho a obtener Sus promesas.

Dios les bendiga.

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