Póngale fin al dolor de su alma Parte 2

En casi todas las ciudades del mundo, los puntos de suicidio son conocidos: puentes, viaductos, terrazas de edificios altos, peñascos y abismos

En casi todas las ciudades del mundo, los puntos de suicidio son conocidos: puentes, viaductos, terrazas de edificios altos, peñascos y abismos. El suicidio ya se tornó algo tan banalizado que es común que las personas filmen cuerpos dilacerados y que, después, publiquen los videos en internet. En Vitória, capital del estado de Espiritó Santo, en Brasil, cuando alguien manifiesta el deseo de tirarse del Tercer Puente, hay personas que detienen el automóvil y gritan para que la persona se mate rápido, solo para evitar el cierre del puente, el embotellamiento y la molestia. Lo mismo sucede en estaciones de subte, donde habitualmente son vistos cuerpos despedazados en las vías.

Por eso, dedico parte de este capítulo a hablar sobre el suicidio, pues todas esas muertes podrían haber sido evitadas si tan solamente las personas se hubieran preocupado por tratar los problemas del alma.

Somos sensibles al dolor de todas las personas que sufren. Tenemos profunda compasión por sus almas, pero de nada sirve lamentarse o sentir compasión por ellas. Es necesario atacar la enfermedad del alma, pues, si el alma está enferma, la persona se sentirá infeliz, fracasada, amargada y débil.

En un determinado momento de su vida, el rey David pasó por luchas brutales. Había pecado contra Dios al cometer adulterio y al planear la muerte de su fiel soldado y marido de la mujer con quien se había acostado. Debido a eso, su alma se sumergió en un terrible sufrimiento. Si no bastara el dolor de haber desagradado a Dios, David además sufrió la pérdida de un hijo, la traición de otro hijo, la deslealtad de su principal consejero y la amenaza de perder el trono de Israel. Tanto su cuerpo como su alma quedaron profundamente abatidos, pero el salmista reunió todas sus fuerzas para clamar al Altísimo, diciendo:

… Oh SEÑOR, ten piedad de mí; sana mi alma, porque contra Ti he pecado. (Salmos 41:4)

David creía que Dios permanecía cerca, aun cuando todos se habían alejado. Dios permanece fiel, incluso cuando fallamos. Dios continúa siendo Dios, listo para socorrernos en los momentos de aflicción, en los que no hay ninguna fuerza en nosotros.

Continuará…

Libro: Secretos y Misteriosos del Alma

Autor: Obispo Edir Macedo

Share This Post

More To Explore