En una guerra, nadie es perdonado

Como ya vimos, los espíritus inmundos, un día, fueron ángeles puros, santos y fieles al Creador. Fueron traídos a la existencia para servir como mensajeros del Altísimo y obedecer a Sus designios. Además de eso, vivían en la presencia del Eterno, probaron Su Luz y también eran luz en el Reino de los Cielos, como el propio Lucifer, que traía en su nombre esa característica: “portador de luz”.

Hoy, condenados a la condición de demonios por toda la eternidad, luchan ferozmente para desviar a aquellos que quieren heredar el Reino que un día ellos perdieron. Y ¿qué es lo que hicieron para perder la naturaleza angelical con la que habían sido creados originalmente? Pecaron. Se tornaron rebeldes a la disciplina del Reino de Dios. A causa de esto, la justicia Divina no los perdonó, sino que los lanzó al infierno y los entregó a abismos de tinieblas, reservándolos para el Juicio Final. Entonces, si Dios no perdonó a los ángeles rebeldes, ¿acaso perdonará hoy a las personas rebeldes a Su Palabra?

Después, en los días de Noé, el Señor vio que los seres humanos habían corrompido su camino. Por eso, decidió ponerle fin a toda la vida en la Tierra a través del diluvio. Entre los miles de personas, solo ocho (Noé y su familia) fueron salvadas. Si esa generación corrupta no fue perdonada, ¿acaso Él perdonará a la generación corrupta de hoy?

Luego, vino la destrucción de Sodoma y Gomorra en los días de Abraham: “Y el SEÑOR dijo: El clamor de Sodoma y Gomorra ciertamente es grande, y su pecado es sumamente grave” (Génesis 18:20).

Al ver que los habitantes de esas dos ciudades seguían el libertinaje, o sea, andaban en sus inmundas pasiones carnales, al punto de hacer del sexo un objeto de culto y cometer muchas otras perversidades, el Señor hizo descender fuego y azufre sobre ellos. ¿No había allí niños inocentes, recién nacidos y animales? Sí, había, pero nadie escapó de aquel juicio Divino, a no ser Lot y su familia. ¿Acaso Dios, de la misma forma, perdonará a los que viven en una situación semejante, e incluso peor, en los días actuales?

Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas, reservados para juicio; si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, un predicador de justicia, con otros siete, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos; si condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, poniéndolas de ejemplo para los que habrían de vivir impíamente después.

2 Pedro 2:4-6

Las Sagradas Escrituras muestran que ni los ángeles, que tenían una condición superior (ya que habitaban en el Cielo y vivían en un estado de santidad, honra y pureza) fueron perdonados de las consecuencias de su insurrección contra Dios, ¡imagínese el ser humano, que ya nace con la naturaleza pecadora! El castigo a los ángeles caídos, la muerte de los habitantes del mundo en la época de Noé y la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra muestran que no hay posibilidades de que alguien se rebele contra Dios y no coseche los resultados de esa rebeldía. Esas tres situaciones sirven, incluso, para llamar la atención de los que dejan prevalecer la voluntad de la carne sobre el Espíritu, por confiar, insensatamente, en que la gracia y la bondad de Dios cubrirán sus pecados.

La repulsión que el Todopoderoso sentía por el pecado, en el pasado, continúa sintiéndola hoy. El carácter y el modo de actuar de Dios continúan siendo los mismos, pues Él no cambió.

El Señor dejó registrado en Su Palabra esos ejemplos para que vigilemos, a fin de que nuestra historia no se torne semejante a la de ellos. Tenemos que recordar que las Leyes Divinas son justas y aplicadas de manera imparcial, pues Dios no tiene hijos preferidos ni mima a los que Le sirven. El Altísimo tampoco hace acepción de personas, porque eso iría contra Su propio carácter justo (Santiago 2:9). Él no juzga según la apariencia, sino que ve el interior de la persona y bendice, o deja de bendecirla, de acuerdo con lo que ella trae en su interior (1 Samuel 16:7). Además de eso, el Todopoderoso no acepta soborno para determinar una sentencia, ni siquiera admite negociaciones para torcer Su justicia y Su voluntad (2 Crónicas 19:7).

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