Los dones y el fruto del Espíritu

Sabemos que Adán y Eva fueron creados a imagen y semejanza del Creador y, mientras mantuvieron su comunión con Él, el espíritu de ellos era conducido por los dones, como el de sabiduría, de conocimiento y de discernimiento del Espíritu Santo.

Hablamos muchas veces sobre la primera pareja del mundo y cómo Dios proyectó Su creación para entender mejor la condición de la humanidad hoy. Sabemos que Adán y Eva fueron creados a imagen y semejanza del Creador y, mientras mantuvieron su comunión con Él, el espíritu de ellos era conducido por los dones, como el de sabiduría, de conocimiento y de discernimiento del Espíritu Santo. Durante el tiempo en el que su alma fue sumisa al espíritu, tuvieron la sensibilidad divina para gozar de Su maravilloso fruto, como el amor, la alegría, la paz y el autocontrol del Espíritu Santo.

Los dones en la vida de Adán y Eva eran la forma de Dios de capacitarlos espiritualmente para que sus vidas fueran edificadas con perfección en este mundo. Era también un tipo de habilidad sobrenatural que promovería la comunión con todas las demás personas que vendrían a partir de ellos.

Es decir, la vida en la Tierra sería de equilibrio y estabilidad con los dones y el fruto del Espíritu; pero, con el pecado, toda esa perfecta armonía divina se perdió y ellos fueron expulsados del jardín del Edén.

No obstante, con el sacrificio del Hijo de Dios, los que en Él han creído de espíritu, alma y cuerpo pasan por la Puerta, que es Jesús, y regresan al jardín de la pureza. Eso quiere decir que el paraíso perdido puede ser rescatado cuando existe el nacimiento de la nueva criatura; a partir de entonces, una vida incomparable comienza a existir dentro de aquellos que creen. Por medio del Espíritu Santo, ellos reciben la mente de Cristo en su espíritu y un nuevo corazón. Ellos no disfrutarán de la presencia de Dios solo por las “tardes”, sino todo el tiempo, pues, a través del bautismo, comienzan a servir como templos del Dios Vivo en Espíritu.

Por lo tanto, los dones se refieren al nuevo espíritu, mientras que el fruto se refiere al nuevo corazón sensible a los sentimientos divinos.

Por eso, la promesa de Dios de un nuevo espíritu y un nuevo corazón es tan enfática. No hay forma de vivir la fe con perseverancia hasta el fin de nuestros días si no somos divinamente capacitados con esas dádivas.

Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que anden en Mis estatutos, guarden Mis ordenanzas y los cumplan. Entonces serán Mi pueblo y Yo seré su Dios. Pero en cuanto a aquellos cuyo corazón va detrás de sus cosas detestables y abominaciones, haré recaer su conducta sobre su cabeza —declara el Señor Dios (Ezequiel 11:19-21).

Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros Mi Espíritu y haré que andéis en Mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente Mis ordenanzas. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres; y seréis Mi pueblo y Yo seré vuestro Dios (Ezequiel 36:26-28).

Continuará…

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Libro: Secretos y Misterios del Alma
Autor: Obispo Edir Macedo

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